"Como una niña curiosa, ya no tan niña, una noche

decidió abrir la caja que desde hacía tanto tiempo, permanecía cerrada, cubierta

de polvo, en el estante, descolorida por el sol, y con el cartón abultado de la

humedad, y el paso del tiempo. Al abrirla, salieron letras, muchas letras,

ordenadas y alocadas, con y sin sentido, que llenaron su habitación... y en ese

caos, Pandora volvió a reencontrarse. Bienvenidos"





martes, 21 de junio de 2011

TIEMPO

Larga, sencillamente, afilada unas veces. Otras veces, es adornada con motivos florales, navideños, recovecos, o enrredaderas de metal. Muchas veces, ni siquiera se aprecia su movimiento, pero siempre está ahí, aunque nuestros oídos sean incapaces de distinguir su suave caminar... El caso, es que entre tanto murmullo, es imposible... pero está  presente. Y se va haciendo más audible a medida que se acerca la noche: cae el sol tras las cortinas de mi escritorio, que durante éste instante se asemeja más a la capilla de una iglesia, iluminada por una claraboya de vidrios naranjas...un momento... ya lo oigo... sí... no necesito ahora esforzarme tanto para que su leve movimiento pase a tomar protagonismo en cada uno de los momentos sucesivos.... y la habitación se oscurece cada vez más, mientras ya no queda nada de ambiente religioso. Todo se ensordece, llega la noche extendiendo su uniforme oscuridad, que me engulle, y cuya banda sonora me neurotiza más y más... “tic-tac, tic-tac”.... sí, ya ésta apoderándose de mi nocturnidad, y es hora ya de recapacitar sobre su función, la función se un segundero que se agita en ésta enrrarecida noche, dentro de mis cuatro paredes favoritas, dentro de mi espacio en blanco... donde me hago mujer y niña, diosa y monstruo, donde navegan flujos de sensaciones, energías y partículas, que danzan siempre bajo el yugo temporal... bajo el ritmo que imprime ese aguja, larga, sencilla y afilada.  Pasa el Tiempo, y ya no son las diez, ni las doce... son ...simplemente Tic-tac....en un momento, dentro del Tiempo, toman protagonismo, y es cuando mi cabeza va a dar sobre la almohada... intento cerrar los ojos, pero no puedo... ese Tic-tac...Tic-tac... me hace volver a activar todas mis alarmas, y se disparan dentro de mí,  un cúmulo de preguntas, ese residuo de cuestiones incomprensibles, incontestables,  que me carcomen y que creo que me van a hacer pasar a la Historia por eso.... Tic-tac.... “No para de sonar” me repito alternativamente cuando aprovecho un espacio libre dentro de lo que podría ser un mar de lava incandescente que hierve en cada una de mis terminales neuronales... “No para”.... Y es llegando a un punto que me desespera, porque nada externo a mí, soluciona el elevado problema de ¿qué es el Tiempo, y por qué me limita? me levanto de la cama enfurecida y me dirijo al reloj, ese magnífico ejemplar de “Cuenta-tiempos” que me acosa... “sin duda está bien enseñado”... me digo a mí misma cuando me situo frente a él. Burlón, me mira descarado e impasible, desafiándome con otros Tic-tac... Su último Tic-tac, que hace desencadenar en mí toda la furia y la rabia contenida de hace Tiempo: entonces, mis manos lo abrazan con un cariño hipócrita, dejándolo que se confíe y lo arrojo al suelo con ímpetu, procurando que caiga lo más fuerte posible, con estrépito, lo piso, veo esa aguja, larga, afilada y sencilla, que me incita más aún a la destrucción del Tiempo... libros, sillas, cojines, objetos de todo tipo vuelan por la habitación, como si de un microcosmos particular se tratase, girando todo a mi alrededor..YO, . el último Motor inmóvil, que permanece pasiva  y envuelta en ese trágico espectáculo, ese enfrentamiento entre mi voluntad y el Tiempo... “Si Cronos levantara la cabeza”... me volvía a repetir.... Tras un intervalo de diversión, decidí que ya era Hora de volver a la cama. El sol saldría pronto de nuevo y yo tendría la habitación desolada, como un paisaje lunar, desértico y blanco, polvoriento.... El Tiempo se había callado, que era lo importante, para mi descanso... “No hay mejor somnífero, que ordenar al Tiempo silencio”. Sin poder evitar cierta sonrisa en los labios, aparte varios despojos de revistas y papeles que alborotaban mis sábanas, y me deslicé entre las dos mantas que me cubren como cada noche. Maravillosamente, todo guardaba un orden, ahora respetable, porque había Silencio.... Cerré los ojos.... y me acordé de que el Tiempo no calla aunque no se escuche nada en mi habitación, que ese segundero ahora separado del maltratado reloj, tenía la suficiente capacidad como para volver a sonar, independientemente de dónde se encontrase... Para asegurarme que había terminado con él, me incorporé y encendí de nuevo la luz de la lamparita.... Pssss: allí, estaba, bajo la mesa, sudoroso, magullado, destrozado, sangrando por todos y cada uno de los arañazos y los golpes recibidos, agonizando... mejor sería no molestarlo, y apagué la luz.  Cerré los ojos. Buenas Noches.......Tic-Tac, Tic-Tac, Tic-Tac, Tic-Tac,....

viernes, 1 de abril de 2011

La muñeca rota

 Como decía la canción de Victor Manuel “…la fueron a parir entre algodón…”. Así fue. La mayor e hija única, no por única descendiente, sino por primogénita y única mujer de todos los hijos, cuatro hermanos más que se diferenciaban cada uno dos años entre ellos.
Pero ella llevaba la señal, era la niña, sería la mujer y todo esto se cotizaba en la familia con un valor especial; ser mujer significaba muchas cosas: ser el centro de atención de todas las miradas, ser la envidia de todas las iguales, ser autoritarias y manejar todas las situaciones…es más, por ellas debían pasar todas las situaciones. Se comportaban como auténticos catalizadores relacionales , que decidían el destino de todo…matriarcado mal entendido.
Se crió y  se forjó como una ganadora. Guapa, hija única, se le dio todo. Triunfadora. Líder del grupo de todas las amigas. Enseñada y entrenada para fingir cuando peor lo estaba pasando, porque también lo pasaba mal, como el resto de los mortales. Parecía que su piel estaba hecha de mármol, y su semblante siempre estaba sonriente. Dada a las artes de la danza, triunfó aquí también. Admirada por ello. Era como el espejo donde se miraban todas y devolvía la imagen del “sí…vosotras también valéis…pero yo más…”. Talentosa. Con una gran capacidad para tomar decisiones y hacerlas oir. Incluso valiente y atrevida, y por ello, admirada también. Lo que en otros círculos y con distancia podía ser tachado más bien de imprudencia e incluso vanidad, en ella tenía otras connotaciones: “¡qué mujer, no siente miedo ante nada…!”
A veces temida…sobretodo en los juegos de azar, altamente competitiva, dispuesta a cualquier cosa por ganar, el perder  no entraba en sus esquemas…era capaz de hacer cualquier cosa para salir airosa en cualquier situación. Se comía el mundo, en dos bocados.
Había que planificar muy bien donde ponía sus valiosos ojos…quién sería el elegido para continuar la saga de mujeres fálico-narcisistas…
Apareció él. A primera vista, tenía todo lo necesario: joven, apuesto, deportista y triunfador en ese aspecto, también respondía al talante seductor y triunfador en todo lo que acontecía en su vida…pero tenía una gran característica que lo haría merecedor  de ocupar ese puesto: su nobleza. Respetuoso con el sexo opuesto, fiel y jaleado por su sencillez, el colofón  fue indagar en el tipo de familia de la que venía…era perfecto: hasta la familia encajaba en lo requerido, los mismos intereses en hacer las cosas como “Dios manda” y como la sociedad exige. Nada de empezar las cosas por el tejado.
Antropológicamente, el clan de los Gutiérrez se uniría al clan de los López sin el más mínimo pudor, como en los años de los grises, como si en un tebeo de Zipi y Zape, Don Pantuflo decide salir con “los Garcia” acompañado de su mujer y sus dos hijos para aparentar ser “la familia perfecta”.
El resto, vino solo, como no podía ser de otra forma. Bastó una mezcla de picardía, feromonas, adolescencia, ilusión y fantasía, todo aderezado con la planificación de el Dr. Frankestein con su monstruo… el resto, era “coser y cantar”….
El noviazgo fue genial, divertido y envididado por muchos. Ella se ganó un sitio honorífico en la familia política, mientras él comenzaba a doblegarse en las primeras discusiones… sin darle más importancia.
Luego la boda, todo muy calculado, como rige la ley, por la iglesia, con los padrinos adecuados, de blanco y virgen en el altar… los amigos de ambos incluso protagonizaron  escenas durante la celebración dignas de la película “Siete novias para siete hermanos”. De allí, saldrían otras parejas bendecidas para iniciar de la misma manera, su camino hacia la perdición… lo único que avisó durante la ceremonia, fue un leve tartamudeo del novio a la hora de pronunciar el “sí quiero” en el altar.  Pero esto pasaría a la historia como una anécdota graciosa, de la que se harían chistes durante mucho tiempo.
Como mandan las tradiciones, a los dos años (para que nadie sospechara de que la boda ocultara un embarazo, y ahorrar así a los invitados hacer las cuentas de los meses transcurridos tras la boda….) tuvieron su primer hijo. Un niño. Tal y como la madre de ella quería. Ella prefería una niña. Pero no pasaba nada. El deseo de ella poco importaba si no era una prolongación del deseo de su madre. Y aquí comenzaron los problemas.
Ella no soportaba la creación de su propia familia, de su “nido” al margen de su madre… de la que aún no se había desvinculado.
Él comenzó a sentir que las decisiones eran tomadas por el binomio madre-hija, y que a él no le quedaba otra que aguantar, si no quería vivir desgastado en la batalla cotidiana. Ese hijo sería criado prácticamente por los abuelos, con una madre que funcionaba más de hermana mayor y un padre que comienza a sentirse enfermo, como única via para expresar su malestar.
Hoy ella se levanta para ir al trabajo, algo más triste de lo habitual, y mucho más delgada, ésta vez sin necesidad de hacer dietas… con ojeras y con cara de no reconocerse, mira la imagen que el espejo le devuelve: se toca las canas, que han poblado sus sienes, y las ojeraas,incapaces de desaparecer con el maquillaje más esepso. No se reconoce. Comienza a pintarse los labios, realizando el trazo del perfilado del labio superior por encima del trazo natural…para parecer más sensual… se pinta las uñas, unas uñas cortas, algo raídas, no por lucirlas, puesto que no son muy estéticas, sino porque le recordaban a su niñez, esa etapa tan feliz de su vida. Ha encontrado algo de ropa que aún no le queda muy mal, pero no se preocupa de si los colores combinan o no. Su sonrisa ha desaparecido de su cara, sólo quedan arrugas a ambos lados de la boca, como muestra del paso del tiempo, de todo lo que pudo reir en el pasado.
Tomó una taza de café caliente, y cogió su bolso para ir al trabajo. Fue a ver a los niños antes de salir: el mayor dormía plácidamente en su cama; el mediano abrazaba a su osito en la misma habitación; y la pequeña dormía en su dormitorio de princesa junto a un cojin que le regaló su padre. Ellos esperan que su papá aún vuelva de un viaje muy, muy largo. Ella sabe que no va a volver.
En su lugar de la cama matrimonial, duerme su madre, plácidamente, controlando de nuevo la situación. Esboza, entre sueños, una mínima sonrisa perversa que a ella le estremece.
Al buscar las llaves de su magnífico coche familiar, que fue otro símbolo de su historia en el pasado, apareció una pequeña foto carnet de él, Alfredo.
Una lágrima bajó por su mejilla que consiguió desdibujar el rímel que había utilizado esta mañana.
Sin aún explicarse qué pudo haber fallado, la muñeca rota se fue a su trabajo, sin mirar más allá.

               

La hora de la cena

“La luz ténue de la lámpara, que de vez en cuando oscilaba, con el suave masaje que mi madre imprimía sin quererlo, con su brazo sobre la mesa,  alumbraba la situación que tantas veces había experimentado durante toda mi vida: desde niña, el hecho de sentarme “a la derecha del padre” como cita el libro sagrado en alguno de sus interminables capítulos, y que sin duda, era otra reminiscencia de mi infancia, me sometía a la eterna pregunta: ¿¿cuando venía el momento del postre , tras la copiosa cena ofrecida al omnipotente de la casa??. Y siempre el miedo de volver a escuchar ese sonido infernal, monótono, abrupto, como él era en realidad, oscuro y absorvente, hacía que toda mi atención se centrase en la pregunta incandescente de  “¿qué habrá hoy de postre?”... Pero, ingenua de mí, eso no importaba: fuera lo que fuese, su forma de engullir siempre sería la misma, la que hace veinte años me sigue atormentando cada vez que se acerca la hora de la cena, y  desde la boca materna presiento la sugerencia... “Siéntate con tu padre”... Y, sumisa lo hacía... y para mi desgracía, su fiel servidora portaba en la mano dos yogures y una cucharilla de café.. Me quedaba una esperanza: la del rechazo... A veces, esto prorrogaba mi libertad hasta el día siguiente, hasta la próxima cena... pero no, ésta noche, no... Esta noche estaba condenada a sufrir otra vez, esos amargos sorbos de austeridad, tener que aguantar durante aproximadamente unos cinco minutos el ir y venir de la cucharilla dentro y fuera del yogur, dentro y fuera de su boca, cansada, anciana, malgastada por las peleas, los gritos y los insultos... harta de gritar y pronunciar injusticias y mentiras... descarada y dictatorial, clandestina y peligrosa, infiel  e hipócrita... no podía soportarlo: y entonces grandes oleadas de recuerdos me impiden seguir comiendo, seguir cenando, y hago como que miro las imágenes en televisión, como si me importara todo más que mi propia infancia y el pasado de mi familia. Pero lo cierto es que no me deja concentrarme, no calla, y los cinco minutos se elongan en el tiempo, burlones, desafiantes, y predigo una y otra cucharada, ahora sí... y en el intervalo de silencio, puedo pensar, puedo recordar que todo pasó, pero vuelve otra, y me desplaza de nuevo al principio de la empinada escalera, que se muestra ante mí, en representación de mis traumas, mis miedos, mis dudas, mi particular obstáculo para vencer.
Es inútil, me tenso, cada vez más, y otra cucharada va, y otra vez vuelve ese sonido sordo, y a la vez, grave... ¡cuando va a terminar! Siento, la necesidad de levantarme, de ir hacia otro lado, con mi plato de comida, pero no sirve de nada, ya lo hice muchas veces, pero no se puede huir del pasado, hay que afrontarlo: y me quedo allí, a su lado, demostrándole que soy más fuerte de lo que él pensaba, más adulta de lo que cree y más responsable, más capaz, más madura. Más yo. E incluso me obligo a aguantar por todos: por mis hermanos, por mi madre, por mi tía, por todos los que alguna vez tuvieron y tienen esa misma sensación. Por ellos.
Discretamente, miro de reojo, y me percato de que todo llega a su fin: es la última, y por mucho que trate de rebañar el recipiente, ya no puede sacar nada más. Entonces le miro a los ojos enrrojecidos por el alcohol, y cansados por los años,  que buscan incesantemente rincones dentro de lo que antes era ocupado por su preciado manjar, como si en ello le fuera la vida, y me digo a mí misma: “mira lo que quieras, pero todo pasó, todo tiene su fin, y tú has llegado ya... no te esfuerces más”. Así, le veo que arroja lo que quedaba del postre  encima del plato, con desdén, y se retrepa en el sillón, cómodamente.... Y es capaz de cerrar los ojos de forma voluntaria y dormir. Hasta la próxima cena, tengo mucho tiempo para recuperarme, es lo único que pienso, mientras miro mi plato, y veo que ni si quiera he comenzado con el primer bocado de mi ración nocturna correspondiente.”

Desde el antro a mi guarida

Pensé que nunca llegaría... Ha sido como una lenta agonía que se estira en el tiempo que transcurre desde el antro a mi guarida. Al salir de allí, pude notar en mi piel el viento suave, acariciando cada uno de los espacios que, hace un tiempo, alguien recorría con velocidad frenética, de forma arrítmica... Quizá era eso lo que me gustaba: por primera vez no tenía que existir la sincronización, no había nada estereotipado, era todo pura improvisación... nunca sabía lo que iba a pasar después.
                Seguí andando, cada vez más rápido, cada vez más sola, más angustiada, con un único sonido de fondo: mis propios pasos. Me ahogaba: algo me oprimía el pecho, cuando por mi mente, pasaron las imágenes, sus recuerdos, la simple idea de no volverlo a tener cerca... Me doy asco... pero no puedo evitar que mis ojos se humedezcan... “es el viento”... mentiras... son tus sentimientos, que te abocan como siempre al gran abismo: te empujan, te obligan a asomarte a los límites de tu propia sinceridad y es cuando descubres que todo te importa más de lo que pensabas... es el alcohol... no, es la verdad, es tu verdad... te ha hecho daño, y tienes una herida sangrante que vuelve a abrirse cada vez que intentas recuperarte, volver a ser la misma persona, con capacidad de adaptación suficiente como para integrarte en ese antro ...y hacer teatro...¡me duele tanto esta noche! Quiero llorar... ¡Quiero llorar porque sé que no puede salir bien, porque quiero olvidar y no puedo, porque...porque sí!
                Y el torrente de emociones me desborda, me sobrepasa y tengo que escribir. Nunca jamás sabrás que fuiste mi inspiración por una noche... sólo tu recuerdo ha evocado en mí miles de sensaciones distintas en este corto trayecto: desde el antro a mi guarida.
                Dos semanas intentando hacer un puzzle con mi nueva situación, otros elementos... y ahora, todo roto...me pierdo en mi propia confusión,
                ¡Esos gestos que a veces eran para mí, sólo míos! Aun no se me borran de la memoria esos momentos de "desayunos compartidos” entre las sábanas, o de besos cuando yo dormía: era agradable despertarse con el leve toque de un aliento cercano, y descubrir miradas robadas, que captaban cada uno de los detalles de mi cara y mi cuerpo dormido.
                Otras veces, sentir el rechazo, el desprecio, auténticos puñales que se clavaban en mi alma una y otra vez, desgarrando todo lo que encontraban a su paso... sin piedad. Miradas frías e incluso, lo peor: sentirlo lejos cuando lo tenía justo a mi lado.
                Ha sido tan extraño que no sé como explicarlo. Yo misma me siento extraña... ahora lo más que puede esperar es que un “cuadrado inteligente” tenga noticias suyas antes que yo, y emocionarme leyendo sus mensajes, interpretando sus frases y expresiones... sacando conclusiones estúpidas donde no las hay: autoconvenciéndome de que realmente siente algo por mí. Y yo mientras, sola en mi guarida.